La Sentencia (Microrrelato)

 

Escucharon el ruido de piedras. Se miraron fijamente a los ojos y supieron que habían sido descubiertos. Las paredes en derrumbe no eran buen escondite -siempre lo pensaron-, pero era el único lugar donde podían besarse y acariciar sus miembros erectos sin miedo a la ley. Subieron sus pantalones y salieron corriendo. Las piedras se acercaron a sus cuerpos cansados, y ahí recibieron la sentencia. Los hombres regresaron a sus casas a descansar, excepto Yahyavi quien permanece magullado entre las piedras con el pene cercenado, y sobre él, la sombra de Amir se mece desde el árbol para que todo ojo lo vea.

 

Jorge Campos
De «El muro abierto».

 


Foto: Elisabeth Ohlson Wallin

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